La Mussara es un pueblo abandonado de las Montañas de Prades cuya historia por cuenta propia dejó de escribirse en 1961, cuando fue anexionado a Vilaplana.
Su proceso de despoblación se desarrolló a lo largo de la primera mitad del siglo XX, consumándose su éxodo definitivo a finales de la década de los 50.
Era cuestión de tiempo. A sólo unos kilómetros, la vida era más amable: algo que recordaban los vecinos cuando bajaban a Reus en busca de alimentos.
Desde el risco de La Punta de Les Airasses, sus habitantes observaban la planicie del Baix Camp, una tierra a la que sí llegaba la electricidad, el teléfono o la medicina.
La tierra les ofrecía pocas perspectivas de crecimiento. Ya lo decía Josep Iglesies en su libro Les Ciutats del món, “no les ofrece la más pequeña muestra de afecto”.
Por lo tanto, su final era de esperar.
Y, sin embargo, aquí estamos años después de su final. Porque sí, La Mussara todavía despierta pasiones a pesar de presentar un estado lamentable.
Desde luego, hay algo en ella que nos invita a reconstruir sus calles, a devorar cuanto se ha escrito de él y a fantasear con un eventual y deseado lavado de cara.
La Mussara me atrapó hace años. Por esta razón, he decidido poner por escrito todo cuanto he aprendido. Acompáñame, tengo mucha que contarte.

Centre de la Imatge Mas Iglesias de Reus / Col·lecció Arxiu Històric de l’Agrupació Fotogràfica de Reus /Josep Ferré Andreu / Núm. reg. 23242
El origen de La Mussara
Una cuestión que siempre me ha llamado la atención es el origen de La Mussara, ¿desde cuándo existe? La respuesta está en la ocupación sarracena.
El primer documento oficial es de 1173. Se trata de una carta de población en la que Alfonso I de Aragón confirma propiedades al arzobispo de Tarragona.
Eso no quiere decir que el pueblo ya existiera, aunque es lo más probable. La primera vez que se nombró a la iglesia fue en 1194, en una bula papal a Celestino III.
Pero… ¿Qué paso años atrás?
El nombre de La Mussara, de origen árabe, puede traducirse como lugar destinado a marchas. Esa es la pista que nos revela cuál fue el origen del pueblo.
Por entonces, la fortaleza de Siurana carecía de un espacio de entrenamiento para los jinetes. Ese lugar libre de barreras era ni más ni menos que La Mussara.
Las primeras comunidades pudieron asentarse en la tierra para atender las necesidades de las tropas. He aquí el verdadero origen del municipio.
El poblado prehistórico
¡Sorpresa! Si pensabas que no se podía rebobinar más, te habías equivocado. Cerca de La Mussara, en el Pla de la Mata, existió un poblado prehistórico.
Nos retrotraemos a 1.000 años antes de cristo. En concreto, estamos en la Edad de Bronce, lo que en los libros de historia se conoce como El Bronce Final.
Los pobladores vivían en una veintena de casas rodeadas por una muralla. Subsistieron gracias a la ganadería, la agricultura y la recogida de frutos silvestres.
Tal y como apunta Joan Serra en LoPedrís, el boletín trimestral de Vilaplana, se estima que el lugar fue habitado entre 100 y 200 años antes de su abandono definitivo.
La primera persona en estudiar el yacimiento fue Salvador Vilaseca, quien catalogó en los años 50 más de 200 establecimientos primitivos en las Montañas de Prades.

Centre de la Imatge Mas Iglesias de Reus / Col·lecció Arxiu Històric de l’Agrupació Fotogràfica de Reus /Josep Prunera Sedó / Núm. reg. 01354
Cómo era el pueblo de La Mussara
En el núcleo de población, se podían contar hasta 22 casas. No se consideran aquí la iglesia de Sant Salvador, el Xalet de Les Airasses ni las masías diseminadas.
9 de las 22 estaban adosadas las unas a las otras con la intención de formar una calle. Sí, son las que están a la izquierda del templo, justo detrás de la balsa.
La otra agrupación era la del Carrer de la Roca, unida a la plaza por el Carrer Major. Eran 7 viviendas, entre las que estaban Ca L’Esteve, Ca la Puça o Ca La Tiana.
El ayuntamiento y la abadía son los edificios contiguos a Sant Salvador. Precisamente detrás estaba Cal Corraló, donde los jóvenes acostumbraban a jugar a la pelota.
Si no he metido la pata, he contado 46 masías. Este número sale del libro Els topònims del terme municipal i del poble de La Mussara, de Ramon Amigó Anglès.
Una de las viviendas que albergó a los últimos habitantes es Mas Abelló, que está prácticamente encima de la carretera. En concreto, a la derecha de la vía.
Como verás después, no existió ninguna tienda en el municipio. Sí se pueden contar hasta 2 tabernas, una escuela que echó el cierre y una casa de la villa.
La economía del pueblo
La vida era dura. En Els topònims del terme municipal i del poble de La Mussara, Ramón Amigó Angles proporciona datos que hablan por sí solos.
Sólo el 7,5% de la tierra era cultivable, mientras que un 33% eran matas y un 31,5% pura piedra. El resto eran caminos, carreteras y bosques de encinas y pinos.
Así las cosas, el término municipal proporcionaba escasos medios de vida a sus habitantes. Esto lo recuerda Josep Iglesies en su libro Les ciutats del món.
He aquí un fragmento traducido. Sobre la tierra, escribió lo siguiente: “dura, áspera, no les ofrece la más pequeña muestra de afecto. Solamente tiene piel y hueso”.
Una de las dificultades añadidas era la falta de agua. Tal era la carencia que terminaron construyendo un aljibe. Todavía está, a la izquierda del pueblo.
¿A qué se dedicaron, pues?
Dada la situación, la economía se basó en la ganadería y en la comercialización de carbón vegetal. Por tanto, los trabajadores eran la agricultura y la carbonería.
Incluso hicieron negocio con la nieve que solía aislarlos. La acumulaban en un pozo para que se convirtiera en hielo y venderla en las ciudades del Baix Camp
Es importante recordar que la carretera no existía, se empezó a construir en 1913 y un año después ya estaba acabada. Hasta entonces, había paso de carro.

Centre de la Imatge Mas Iglesias de Reus / Col·lecció Arxiu Històric de l’Agrupació Fotogràfica de Reus /Eduard Borràs Sotorra / Núm. reg. 01785
Cómo era la vida de los vecinos
Todo apunta a que vivir en La Mussara era difícil, una prueba de fidelidad. De hecho, había escasez a pesar de que consumían casi todo lo que les daba la tierra.
Jamás llegó la electricidad, el teléfono o el mismísimo médico. Este subía desde Vilaplana. Ya con la carretera, la visita del doctor podía costar unas 55 pesetas.
Ante la falta de tiendas, lo que no se conseguía trabajando la tierra, se compraba en Reus. De la ciudad volvían con bacalao, arengue, atún y otros alimentos.
En su dieta incluían los conejos y perdices que cazaban. También criaban un cuerdo que, llegada la navidad, mataban en un acto festivo con seres queridos.
Y no se abrieron tiendas, pero si había 2 tabernas.
Eran Cal Cassoles y Ca L’Estudiant. Quienes iban a la primera eran los Poca-roba, mientras que los que frecuentaban la segunda eran los Saramandussa.
Estos grupos eran importantes. La fiesta mayor era el 6 de agosto, San Salvador, fechas en las que hacía buen tiempo y aprovechaban para batir el cereal.
Los Poca-roba propusieron cambiar la festividad. Salió mal porque cada grupo decidió celebrar la fiesta en fechas diferentes hasta que se pusieron de acuerdo.
Eso sí, tenían unas vistas preciosas. Desde el punto más alto, el Puig de la Torre, llegaban a ver el Pirineo nevado, el Delta del Ebre e incluso la isla de Mallorca.

La iglesia de Sant Salvador
La iglesia de San Salvador es toda una veterana: su existencia consta desde una bula papal Celestino III allá por 1194. ¡Eso significa que tiene más de 800 años!
Según el Instituto Catalán de Arqueología Clásica (ICAC), el semiderruido santuario se construyó sobre un templo medieval en lugar de derribarlo en primer lugar.
Fruto de estas investigaciones, publicaron L’església de La Mussara, un viatge de 900 anys. Es un libro que repasa la evolución del templo con el paso del tiempo.
Dedicada a San Salvador, su pieza más preciada era una imagen tallada en roca de la Mare de Déu del Patrocini. Está en el Museo Salvador Vilaseca de Reus.
¿Qué se dice de la iglesia?
Dentro había 2 filas de bancos que formaban un pasillo. Las mujeres se sentaban detrás, en sillas de su propiedad, mientras que los niños estaban en el corazón.
Aunque cueste hacerse a la idea, el cementerio estaba rodeado por un muro prominente. Es una de las cosas que más sorprenden cuando se ven fotos antiguas.
Actualmente, y a pesar de ser uno de los edificios mejor conservados, la iglesia presenta un estado lamentable. Su derrumbe se impidió gracias a su apuntalamiento.
Como confirmó Tomàs Bigorra, anterior alcalde de Vilaplana, el templo ya no está consagrado. Por tanto, no se pueden realizar actos religiosos ni convertirla en ermita.
Un detalle curioso está en que el último entierro se produjo el 19 de marzo de 1953. Ahora bien, hay cruces que parecen indicar simbólicamente muertes posteriores.

El Xalet de Les Airasses
El antiguo Refugio de les Airasses fue financiado por Ciriac Bonet. Después de su construcción, se lo entregó al Centre Excursionista de Catalunya.
De acuerdo con lo que sabemos gracias a Anton Agustench Bonet, la primera piedra se puso a mediados de los años 20, finalizando su construcción en 1926.
Eso sí, se quedaron a medias.
Por ejemplo, no se construyeron los bancos de piedra ni las escaleras en el sendero. Tampoco se instaló la barandilla a pesar de estar en el corral de Cal Po.
¿Cómo era? Sabemos que en su interior había una mesa para entre 20 y 30 comensales, un fuego a tierra y 6 camas separadas por cortinas.
No está nada mal para 40m2 y 2 habitáculos.
Su punto álgido fue el 3 de junio de 1928, cuando se celebró el II Aplec Excursionista de les Comarques Tarragonines. ¡Se dice que reunió a 2.000 personas!
Más conocido como el Xalet de les Airasses, encontró su final con el proceso de despoblación, pues el responsable de su conservación era el alcalde.
Actualmente, es la primera parada de los excursionistas que suben desde Vilaplana por el Camí de les Campanilles. Así disfrutan de sus vistas.
Por cierto, recibió este nombre debido a que la edificación se asienta sobre el risco de La Punta Les Airasses. Además, es uno de los edificios mejor conservados.
La niebla de La Mussara
El elemento más característico de La Mussara es su niebla. Se observa al amanecer y al atardecer, cuando el aire húmedo del mar choca con el frío de las alturas.
Esta niebla también es producida por los ríos. Puede subir o bien del río Ebro o bien del Siurana. Al parecer, se la asocia con un descanso de las temperaturas.
Se dice que puede llegar a ser tan densa que hace imposible reconocer a una persona a más de 10 metros. Es un fenómeno que todavía se puede apreciar.
Los aficionados al misterio conjugan un pueblo abandonado con una niebla característica para afirmar que La Mussara es la meca catalana del misterio.

Els Avencs de La Febró
Els Avencs de La Febró son unas simas de 30 metros de profundidad y 300 metros de largo que pertenecen a La Febró. Eso sí, están muy cerca de La Mussara.
En el libro Amb penyals b’un blau cansat, de Ramon Amigó, se dice que estaban habitadas por Ignès de Vilaplana, un contrabandista y conspirador liberal.
En las simas escondía mercancías y se ocultaba él mismo cuando era perseguido. Y es que, a diferencia de ahora, acceder a Els Avencs era mucho más difícil.
Fue Ignès quien arregló el acceso que hoy utilizan los visitantes, de la misma manera que extrajo estalagmitas y estalactitas para la construcción de una masía.
Asimismo, Jaume Ferrer i Grau, el nombre real de Ignès, ofreció cobijo al mismísimo General Prim, quien años después presidiría el consejo de ministros.
El proceso de despoblación
El decreto 366/1961 de 16 de febrero de 1961 ponía fin al término municipal de La Mussara. A partir de aquel momento, pasaba a pertenecer a Vilaplana.
El final de La Mussara se produjo en la primera mitad del siglo XX. La causa principal fue la falta de elementos de modernidad, como la electricidad.
A sólo unos kilómetros de una vida más cómoda, era cuestión de tiempo que sus habitantes emigraran. Y lo hicieron, consumando el éxodo en 1959.
Entre sus últimos habitantes, estaba la familia de Pere Abelló Vilalta, el último alcalde del municipio. Sólo quedaban 3 familias a finales de aquella década.
Su rápida degradación se debió a actos vandálicos. Con la despoblación, la gente aprovechó para saquearlo, robando tejas y bijas de las construcciones.
Corría el rumor de que las tropas del Campamento Militar de Los Castillejo hacían puntería con las casas. Sin embargo, los habitantes de Arbolí lo niegan.

Anécdotas, mitos y leyendas
El viejo pueblo cuenta en su haber con muchas y ricas leyendas. Eso no quiere decir, sin embargo, que se trate de una población maldita como se suele decir.
De hecho, cuando uno se interesa por conocer su historia, lo que le acaba quedando claro es que esta fama es injustificada. Aun así, guarda buenas historias.
La más conocida es la desaparición de Enrique Martínez, un joven que desapareció para siempre mientras buscaba setas. Lo paranormal sucedió tiempo después.
Junto a este suceso, se cuenta que La Mussara es una puerta a una capa alternativa de la existencia. De aquí viene la archiconocida leyenda de la Vila del Sis.
Desde mi punto de vista, la que más llamó mi atención es la leyenda de Cercós, que nos cuenta la profanación del cementerio. Esta sí que no tiene desperdicio.
La menos contada, pero no por eso menos interesante, es la que narra una aparición divina que salvó la vida de una pastora. Te la cuento en el artículo de leyendas.
La Mussara en la actualidad
Actualmente, el pueblo recibe abundantes visitas de escaladores, excursionistas y turistas que se acercan a él para disfrutar de sus vistas y montañas.
Tal y como dije en la Ruta del Camí de Les Campanilles, existen muchos puntos de interés. Por ejemplo, el Campamento Militar de Los Castillejos.
Son imprescindibles las vistas desde el Xalet de Les Airasses. Por cierto, justo en el mirador se instaló una placa conmemorativa en honor a Josep Iglésies.
Los eventos que se organizan en la zona son Aplec de La Mussara, el festival de poesía Mussart y la marcha senderista Reus – Prades – Reus.
Vaya, que La Mussara está más viva que nunca. Yo sólo pido que llegue un proyecto de conservación. Ya se dice que la esperanza es lo último que se pierde.